La niña de mis ojos.
Eres demasiado bonita para ser
infeliz.
A veces es demasiado si no quieres que nunca pase.
Una niña plagada de miedo que no tiene por qué pero sí por
quién.
Yo.
No tengo tiempo para todo lo que no quiero, ni hambre si
hablamos de imposibles.
Todos los caminos me llevan a mi casa porque lo que quiero
es estar en casa, mientras tanto sigo andando porque hacer camino no es otra
cosa que tropezártelo entero.
Llevo una niña dentro que no para de hacerme cosquillas y deshacerme
el hielo del corazón; una niña despeinada manchada de olvidar que me devora la
tristeza.
Una niña de cristal
que no se rompe.
He prometido llevarle a un sitio donde no exista la sed, ni
los gritos, ni el recuerdo. Tampoco el perro, ni la rabia, ni la prisa.
Llegar a un sitio donde desaparezcan las tinieblas.
Y que no se preocupe que mamá es roble y roca y respira con
hambre. Y papá tiene fuerza para todos porque de pequeño ya se había hecho
mayor y porque quiere poder con todo. Una chica con voz de vainilla que parece mi hermana, pero juraría que es un ángel.
A veces me da pellizcos para que no me muera de sueños, a
veces me muerde de alegría para que no tenga miedo y me abre la ventana a ti;
vistas a un jardín de luz.
Le escribo una carta todos los días para que se acuerde de
no perder la inocencia.
Tiro trocitos de canciones para que vuelva a su infancia y
sepa compartir el frío.
Una niña capaz de llover en plena sequía para que no me
ahogue de sed.
Llevo una niña dentro que me dibuja la suerte y colorea los
golpes, que me guarda el equilibrio para que nunca lo pierda, que persigue un
sueño que soy yo.
Una niña volátil que
siempre se queda.
Yo.
Se mira en el espejo como extraña de mí misma porque ya no
me conoce como antes; extranjera de todo lo que no te toca.
Ha encendido fuego para calentarme las manos, derretirme por
dentro.
Una niña enamorada de mí que se hace de lluvia para verme
crecer, que juega en el parque, sonríe cuando cantas y que mide en latidos el
sonido de tus pasos.
Una niña lista que a veces no entiende nada, pero sabe perfectamente que llorar no es la solución aunque se deshaga de agua porque el deshielo y porque llorar también es de valientes.
Una niña, yo; que hago pie en cualquier fondo, que me acompaño cuando estoy sola y que me convierto en risa cada vez que me duele todo.
Vivo en un terreno muy resbaladizo y no pienso dejar de
bailar;
dile a la vida que nunca deje de sonar.
Fascinante ;) aun estoy alucinando jejeje...
ResponderEliminarGenial
ResponderEliminarUn recital sonoro a quien desde el alma, deja perder su ausencia. sublime.
ResponderEliminarPrecioso texto, Niita (ahora queremos escucharlo de tu voz para hacerlo perfecto).
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