'Stranger things' o qué cojones dices.









‘Mediante la poesía llegar a lo desconocido’. 
 Arthur Rimbaud.


Me sabe la boca a hierro sangre, a miedo equivocado, a un timbre roto que no para de estar en silencio.

Vivo en la ilusión de invulnerabilidad absoluta, en un colchón en el suelo de una habitación en la que me pido perdón por hacerme daño, darme las gracias por saber cuándo no rendirme y explicarme las cosas tantas veces como sea necesario y que no necesite ninguna.

Un acantilado por el que si tú me tiras, yo me dejo caer pero ojalá me estés esperando justo en el punto exacto en el que mi barbilla roza con el suelo y tú me agarras el corazón.

/Cómo no voy a mojarme si eres tú quien me llueve encima/

Tienes una libertad bellísima, eres la única capaz de arrebatar al cielo su inmensidad;

en serio,
todos los pájaros han dejado de volar, los aviones no despegan, el viento existe perdido porque tú existes más libre.

Te quiero desde que sé que te querría para siempre y quiero reconocerte en el olvido; porque ya lo había hecho antes y porque nunca dejaría de hacerlo. Quererte
Y olvidarlo también.

Solo quería traerte suerte y algo de comer; quiero mantenernos vivos para que la próxima vez que tengas ganas de matarme no se te olvide que fui yo la que te hizo cosquillas solo para que no murieses de nada que no fuera risa.

/Si lloras, me ahogo/

Ahora que mis huesos tienen sentido, que la existencia ya no quema, que toda mi vida es una cucharada de mantequilla; puedes aprender a dormir los últimos seis años de mi vida y despertarme el día seis de cada mes de todos los que vienen.

Porque escribo mi nombre con violencia y desprecio; me muestro injusta e imprecisa al trazarme en los espejos.

Tú no seas valiente, me tienes a mí; ten cuidado, abrázame despacio que todavía me dueles todo si no me tocas.

Y dejo que me arrojes piedras y que se derrumben todos los tejados.

Qué voy a hacer con todas ellas sino construirte una casa, un castillo, un rascacielos
templado como una noche feliz en tus manos.
Mi flor favorita siempre será la que tú estés pisando.

/sangro de corazón; las heridas me recuerdan de dónde vengo, me enseñan a dónde no volver/

Se me rompe la piel al comprender la verdad y la soledad se propaga como fuego en campo de trigo y me estalla la coraza del corazón y la tristeza se duerme por las esquinas.

Yo solo quería acabar con la guerra antes de que empezara y quitar la suciedad que habita mi cuerpo que no son más que recuerdos.

/Encuentro entre los árboles el cobijo que ni siquiera busco/

Yo qué coño voy a saber cuál es el camino, pero si tengo que indicarte jamás te mentiría y nunca te llevaría por la dirección equivocada.

Yo solo quiero vivir en la torpeza dominada del amor, de la intimidad, de la destrucción consentida, de la monotonía inagotable; de la verdad decaída de una ciudad desolada.

Porque mi desamor no sería otro que tú amando a Irene, a Paula, a Alejandra o Noelia.

Porque mi desamor sería que tú no amaras mi amor.

Sigo teniendo el mismo miedo terrible y oscuro a volver a mirarme a un espejo y no saber delimitar de quién es cada cual porque soy más mía que de todos pero más tuya que de nadie.

/Una isla naufragando es un pedacito del mundo desapareciendo; no te vayas/

Que estar feliz no implica necesariamente tener que ir sonriendo al primero que te pida un piti; que estar triste no significa imperiosamente no poder andar cabizbajo: es mirar por dónde pisas porque tropezar dos veces con la misma piedra es de gilipollas y yo no quiero vivir a trompicones.

Que admitir que te has equivocado no es más que abrir un camino nuevo hacia el siguiente camino equivocado.
Y dejo de reconocer todas las calles y se tuercen las farolas que tintinean algún rumbo perdido pero te miro.

/’Ojos que vean muy adentro para coger aire’/

/Pero qué imposible resulta no mirarte cuando todo el alrededor se vuelve invisible/

Y este rincón lleno de otoño es un callejón sin salida del que no huir y me descubro cruzando toda mi existencia en silencio y en huesos de alambre y en palabras de pozo y en abrazos de mierda; pero me brotan girasoles de los ojos cada vez que me besas la nariz.


Una herida profunda de la que nacen lirios y una sola cicatriz: yo.
  
Pero cuánto odio extinguido en un beso, cuánta niñez en mi adolescencia, cuánta sangre en un abrazo.

Mira; no soporto el frío, ni que dejes de abrazarme;

ni el desastre de después.
el invierno es que no me toques los huesos y tener que hacer hogueras con mis libros favoritos.
Y no saber distinguir el amor del cariño y el cariño del horror.
Un invierno temible en el que no sufrir ausencias hasta la médula.

/Todo lo que no eres tú es enemigo./

El brillo de los ojos de todas nuestras fotografías.

Amar con los dientes, la fiebre y el hambre, 

Suicidarme escribiendo tu nombre en todos los puentes
y dejar de pensar en las consecuencias.


y no dejar de soñar mientras tanto.... 








Comentarios

  1. Madre mía! llevo leyéndote desde hace un montón de tiempo y no sé si alguna vez te había comentado alguna de las entradas que publicabas.
    La de hoy es intensa, tan intensa que se merece lo que hacía Max Estrella: muchachita, por ti me quito el cráneo.
    Y en mi caso no hay ni una sola gotita de doble sentido.
    Gracias.

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    1. Muchísimas gracias, de verdad <3 qué maravilla leer eso =$
      te abrazo muy mucho, un besazo gigante!
      y GRACIAS, otra vez =)

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  2. Maravilloso. No hay palabras para describir tanta belleza.

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