Padecer de ti misma.




Anoche me acosté imaginando cómo podría ser hacer un cambio. 
Cambiar la realidad, bien conocida, y, en vez de caminar, salir volando.
Lagarto amarillo.


‘Déjate de tonterías que, desde que predecimos el final, supimos que el principio no era más que pura sexo’, le dijo.

Sé reírme por dentro y tú ni si quiera te sabes el camino de vuelta;
pensó ella.

Tiene tantas ganas de llorar que ni se ha parado a mirar el paisaje.

Tiene las rodillas llenas de moratones disecados y un par de hostias que darle a la vida.

Nunca supo escucharla y, al final del final, tampoco quiso.

Era solo desgaste y decepción y tenía la polla demasiado pequeña para su gusto;
pero le ha escrito más veces de las que se ha escrito a ella;
se ha dejado el pelo largo y encima le importa una puta mierda no importarle a nadie.

Sigue entera, de pie, como si el aire que le despeina y las hojas que le cortan el paso, no existieran;
como si los charcos que pisa, fuesen de cristal y los siete años de mala suerte la quisiesen a ella.

Son las 23:35 y hace frío; tiene más excusas para no salir de la cama que ganas para salir de ella. Misma.

Ha venido aquí a morir y ya no amanece violeta, tiene una herida de bala en los días que gastó contigo;
y ahora solo se lamenta de haberse enamorado de su monstruo, de su piedra, de un hijo de puta.

Tampoco sabe qué se siente cuando una gana la partida y cumple el deseo y encuentra un trébol de cuatro hojas al que no se le cae un pétalo de vergüenza.

Comprenderás que, entonces, no entiende eso de la empatía, ni el sexo con caricias, ni las cosquillas, ni los besos en la nariz.

Es reincidente de caídas por exceso de velocidad, en tragarse el corazón pero no vomitarlo nunca.

Querer morirse y no hacerlo es cuestión de un bolero de diferencia.

‘A la tercera me doy por vencida’; y ya van cuatro-cientas.

No es que no quiera es que no se quiere y no llega a sacarse el puñal que se clavó el día que empezó a dormir con la ventana abierta por si se te ocurría volver.

Porque ‘volver’ suena fatal; pero si no vuelves, al menos, cierra la ventana;
que se me van a congelar las penas.

‘Sigo confundiendo los golpes con caricias: a cualquiera, en mi lugar, le gustaría ser otra.

Lo piensa cada noche, pero no se lo dice.




Comentarios

  1. Dios! Me encanta. me encanta y me encanta.
    Y yo que solo me pasaba por aquí, porque me aburría.
    Escribes de miedo, y lo que escribes llena tanto.
    Aquí tienes una seguidora más.
    Te espero en tu próxima entrada.
    Un saludo desde: http://deliriosdeunauniversitaria.blogspot.com.es/

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