Con sangre y a fuego.
Ella,
que ya no sabe cómo sonreir,
que se pierde entre sus dudas y tus piernas.
Ella,
que por un momento, como una niñata estúpida,
llegó a pensar que podrías
quererla.
Ella,
que ya no es ella.
Porque el tiempo siempre hace su trabajo, el tiempo y el vino.
Y las noches sin dormir.
Y las
ojeras ahora son de él,
y de cada verano que se acostaba a su lado para hacerle
el invierno más suave.
Y
todavía, como la niñata estúpida que es, sigue prometiéndose que no va a llorar
más
y que las copas de los viernes,
martes, jueves… no van a prometer. Nada.
Ella es
nadie. Humo de chimeneas apagadas, de inviernos nevados.
Ella,
te odia. Porque te ha querido.
Ella,
te abraza. Porque te odia.
Ella,
es día y hora imprecisa. Cierra ventanas y bares,
y se come los corazones que
se encuentra por las aceras.
Grita
en silencio y rompe escaleras mientras mira el cielo de su habitación.
A ella la brillan los labios, y la escuece
cada herida en los ojos.
Pinta tu música de color negro,
y hace que el cielo se
pare cada vez que da un paso.
Ella es
canción. Estribillo.
Y versos de sus poemas.
Ella se
cuida de todos, menos de ella.
Ella,
es besada.
Tocada y maquillada. Rajada y mirada.
Ella,
es preciosa.
Cuando se levanta y cuando llora.
Cuando te mira,
y cuando se
escribe en la espalda un poco más de ti.
Ella
subraya en vez de tachar.
Y escribe con tinta los restos que te dejaste en su
boca.
Ella,
lleva cada día marcado en las muñecas.
Y cada invierno escrito en las uñas.
Lleva
los quizás colgados como pendientes y siempre los termina perdiendo.
Ella,
cada noche, es otra. Y cada día es más ella. Sin ti.
Ella
pasa, de largo, y de todo.
Ella,
como tú, y como cualquiera; no sabe lo que es el amor.
En cambio, sabe lo que
es dar la vuelta al mundo sin salir de una habitación,
y subir a las montañas
más altas sin pisar las calles.
Ella
duele al mirarla y derrama cada copa –rota- de vino.
***
Te
diría que como ella no vas a encontrar a ninguna.
Pero eso ya debes saberlo tú.
También
te diría que, como ella, no te va a querer nadie.
Y que como ella, no vas a
saber respirar nunca.
Porque “a cada paso de gesto que da” nace un sol
diferente.
Ella,
vive como tú. Pero como nadie.
Respiráis el mismo aire, pero no os sabe igual.
Ella es
la canción triste que estás escuchando.
La lluvia del otoño y la risa que te
falta.
Ella lo
rompe sin tocarlo. Todo, vaya.
Y es
así, como la ves.
Aunque a veces es difícil verla,
se guarda debajo de
cualquiera copa o noche sin abrigo.
Está
enamorada del amor que no encuentra. Y duele siempre que abre la boca.
El
viento suena en silencio mientras ella, bailando, pisa las hojas.
Duerme
acompañada de su soledad, que se despierta a media noche pidiéndole un poco de
agua, para tragarse las pesadillas y que no se oigan por las esquinas
desgastadas.
Pasa
noches soplando velas que rompe cada 18 de febrero.
Porque no cumple años, sólo
suma palabras.
Regala
“gracias” en forma de caricia, y escucha a las piedras del camino contar
historias, siempre con el mismo final.
Ella,
tiene su vida grabada a modo de lunares por todo el cuerpo.
Y le encantaría
dejar de llorar, pero es que cada lágrima es un poema escrito con sangre.
De
bares cerrados y amores dormidos.
Y como
dice Andrés, “es fruto de un cuento”, que nunca vas leerte.
Ella.
….
Ella no
es de nadie.
Pero,
sin ninguna duda, es tuya.
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