cuidame de ti.
Creo
que esto ya lo he vivido alguna vez.
Eso de
que las flores sean rojas, y las espinas se te claven.
Lo de que llueva, sobre
mojado.
Y las
calles de Madrid parezcan cada vez más iguales;
más pequeñas, más sucias y más
llenas de todo. Menos de mi.
Intento
escupir palabras nuevas, pero siempre sale la misma historia.
Escucho
las canciones de siempre, y todo suena igual.
Ya no
me miro al espejo, por eso de que siempre soy yo la que salgo enfrente.
No miro
el reloj, siempre es la misma hora.
Siempre
hace frío, y estoy calada de ti.
Y le hago
trampas a mi cama, para que se crea que siempre es domingo; y así no salir de
ella.
Y hablo
con mis armarios, que me cuentan que les va mejor que a mí. Y hablo contigo,
aunque ya ni me escuches.
Dibujo
en la libreta, esa de siempre, que está encima de la mesa. Y escribo poesía.
Sobre mi, o sobre ti; o sobre nosotros.
Pero
como siempre, mal y tarde, me regalas
noches y botellas llenas de alcohol y yo tescribo en la espalda con tinta
imborrable.
Te
paseas entre mis piernas y me das una vuelta, al mundo.
y
llegas, con tus ganas y tus manos llenas de calles nuevas para andar y yo me rindo, y me atraganto con tanta promesa
sin cumplir.
Y te
leo libros que todavía no se han escrito, te como a besos y después bebo otra
copa; para acabar como siempre, descolocada.
Y
escucho ese “y sin embargo un rato, cada día, te engañaría con cualquiera”
mientras te miro.
Y sonrío.
Porque
en el fondo sabemos que tú no puedes vivir sin mi; y yo no quiero vivir contigo.
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