La misma mierda de siempre.




Frágil tu puta madre.


Me aprendí las caricias que sabían a fuerza,
Me estudié toda la literatura y la mala letra de lo nuestro.
Memoricé las manías y tu extravagancia, los horarios y los miedos.
Evité el tiempo, la muerte y las vacaciones en familia.

Deberías saber que aprendí a volver
y a volar
y a valorar
 y a velar
por mí y por todos tus sueños,
pero por ti primero.

Aprendí que la hora perfecta es en la que no miramos el reloj,
que todos los caminos llevan a Roma pero pasan antes por ti; y mi ciudad favorita es tu nuca.
Pasé la punta de mis dedos por toda tu nostalgia,
repasé tus dudas
y envidié todos tus dientes por pasarse la vida en tu boca.

Repasaba día sí noche también todo lo que te quería,
de norte a sur, este a oeste,
de arriba a abajo, de izquierda a derecha,
desde lo bueno a lo malo y viceversa;
y todavía me quedaban laberintos que descubrir.

Leí tu cara,
cambié el gesto por una palabra,
Escribí ninguna canción de amor pero en todas aparecía tu nombre.

Aprendí 17 formas de necesitarte y todavía no sé decir adiós.
Supe verte siempre de la misma manera, pero mirarte de distinta forma.
Pude verte sonreír y me convertí en esa estúpida niña caprichosa que quiere su caramelo.

Perdí la paz para ganar tu guerra.
Juré no confundir el amor con la Navidad.

Me di cuenta de que nunca te aprendí lo suficiente,
me di cuenta de que si cerraba tu puerta no se abriría ninguna ventana;

y me he dado cuenta de que siempre te echo de menos.

Hasta que apareces.





Foto: Alberto Solóviev.

Comentarios

  1. Te descubrí hace poco y no sabes lo que me alegro. Me encantan tus textos, me transmiten tanto...
    gracias!

    ResponderEliminar
  2. "Pasé la punta de mis dedos por toda tu nostalgia"
    eso retumbará toda la noche...

    ResponderEliminar
  3. El universo de la nostalgia, siempre ahí...

    Un abrazo!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares