Crónica de mi muerte anunciada.




Se va a acabar la vida y tú y yo sin terminar.
Va a nevar y tú y yo más calientes que el sol cuando se pone.
Nos van a escuchar todos los silencios que nos gritamos al mirarnos.
Te voy a preparar el desayuno para que me comas hasta las pestañas.
Vamos a volar sin salir de la cama; despertar sin dejar de soñar.

Te voy a llenar de fuegos artificiales la vida para señalarte el camino hasta mí.
Vamos a beber copas vacías de miedo, llenas de entereza.
Voy a pensar que no te vas nunca para quedarme siempre.
Vamos a desnudarnos con la mirada y temblar la mitad del tiempo de una vida entera.
Seremos inmortales por jugar con el corazón y vencer a la razón.

Tengo que robarme el ansia de ser sólo un instante para convertirnos en constante,
tengo que rasgar mi vestido de primavera porque quiero ser tu invierno,
tengo que convertirme en tu mariposa de garganta y estómago para naufragar en tu boca.

No voy a hablar de canciones porque bailar es redundar en lo obviedad de que sabemos girar y encontramos el equilibrio en una simple letra de Quique.
Tampoco voy a contarte lo del huracán que provocas en mí cuando me rozas las verdades enteras, sin medias mentiras.
No querrás saber que entre mi lencería puedes encontrar esa camiseta rota que te pones cada vez que terminamos de deshacer el desamor.

Empezamos la casa por el tejado y ahora vivimos en la azotea,
con unas vistas a tu cuerpo de puta madre;
y aquí, sentada en tu boca, a ver cómo te explico que quiero pasarme la vida en tu manera de quererme;

porque no sé cómo no imaginarte,
porque no sé cómo amanecer sin nosotros,
porque contigo la música no deja de soñar,
porque no sé cómo no echarte de menos cuando no estás dentro de mí.




Porque no sé cómo decirte que al final me voy a morir

de tanto amor.

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