A veces se me olvida, pero es mentira.




Me he acordado de repente: tengo que olvidarte.
Son las 20:21: tengo que quererme.

Después es siempre después de ti,
y vosotras, hijas de puta, que saltáis desde mis ojos sin pedir permiso.
Arroyáis con todo,
aparecéis y voláis hablando sin mediar palabra;
sin yo abrir la boca lo decís todo y os hacéis de hielo.
Putas lágrimas.

Id a buscarle y decidle que
le echo más que nunca
de menos;
que abandono,
que desisto,
y que me rindo -como Escandar-
Amor: me rindo. 

Es una putada,
pero tu recuerdo hace lo que quiere conmigo;
se pasea y me raspa los codos y las rodillas 
y me desgasta las bragas,
compite con mis ganas de que te vayas o de que me folles. 
No sé.

Lárgate de aquí antes de que me termine enamorando de ausencia.
Ahí sí que estaríamos jodidos,
pero no follados.
Ni contentos.

Oye, vosotras, las que os lanzáis sin mi consentimiento:
id a buscarle y decidle que
le echo más que nunca
de menos;
que puede volver si le apetece.

Me he cansado de remar hacia dentro;
buscando algo que no sé qué es.
Esperando algo;
nunca viniste a tiempo,
nunca estuviste al borde de mí.

Me olvido de todo lo malo, ya ves: soy gilipollas.
No han podido contigo ni las verdades que no me dijiste, 
ni las caricias que no me diste, 
ni los kilómetros. 

Tampoco las hostias, las prisas por irte, 
ni que me hayas olvidado, 
ni los intentos que se quedaron en sólo eso, 
ni la indiferencia,
ni el miedo, 
ni las putadas, 
ni la soledad que me has regalado,
ni tu lengua intoxicada de un futuro muy dudoso.

Tampoco ha servido el sexo frío en noches calientes, 
ni los silencios infinitos,
ni que te haya vomitado más de una noche en la que me he bebido el vaso medio vacío de todo pero ahogado de ti. 

Tampoco ha funcionado que te fueras sin haber venido nunca.


Aquí sobrevive el más fuerte: tu recuerdo.
Aquí sobrevive el más fuerte y, por supuesto, esa nunca soy yo.




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