La noche menos pensada.




Preveía una noche llena de bocas empapadas de sexo y polvos en bares de calles perdidas de aquella ciudad encontrada en mis manos.


La noche ha empezado como cualquier noche de invierno y el frío ya no congela, solo calienta lo que ya ardía de antes.

Hablo de una noche en la que me comí Madrid, pudiéndote comer a ti;
el caso es que me congelé mientras rozaba el andén del metro.

¿Nos bebemos? y yo te contesté bailándote un vals con la mirada.
Aposté todo lo que me quedaba por una noche en un bar cualquiera con tus manos enredadas en mi pelo, tu mirada embobada en mi cintura y tu polla entre mis piernas.

Ver, oír y callar y nos lió la noche  y pasaba entre mis piernas y las copas que se resbalaban de boca en boca; y el amanecer salió cortándonos la piel como el cuchillo que ahora me sangra en la espalda.

Pero esa noche nos lo hicimos y nos crecían flores en la boca y brotaban del pecho las espinas de las rosas que acabamos vomitando. 

¿Nos comemos? y yo te contesté bailándote un bolero con la mirada.
Nos cantaba de fondo un indigente que tocaba acordes de guitarra rota.

No queda noche para lamernos más, pero quedan días para lamentarnos mucho 
y balas de sobra para los dos. 

¿Te apuntas? 
yo disparo.



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